con foie gras y sin oca

Entre que me hallo y no me hallan, pues aquí les va esto

viernes, julio 29, 2005

Mi rayito de amor

Además de que vivo enamorada de cualquier porquería, ahora estoy entregada a un pequeño pececito beta azul-rosa. Me ha robado el corazón, aunque pienso a cada rato que durará poco.
Pues creo que ya lo he dicho antes: fui y soy una de esas niñas que tienen "mascotas" (grillitos, catarinas, lombrices, mariposas, sapos, tortugas, pollitos, cangrejos; nada que dure más de un mes o que requiera de atención especializada -como la de un veterinario o adultos-)a la que los padres no le dejan tener mascotas (verdaderas como perros, gatos, hámsteres, changos, ratones y qué se yo, MASCOTAS, sí, de las que comen y cagan duro, o aguado también).

Volviendo a mi instinto cursi y maternal, mi nuevo regalito llamado "pez no pescado" se ha robado mi corazón. Le limpio su pecerita, le compré cuentas de vidrio para adornar su hogar, lo veo como media hora cada día y hasta le platico (chale, qué patético!!!).

Nota: si el post les pareció demasiado cursi, compréndanme, soy una niña sin experiencia con animales y tremendamente ociosa cuando no estoy fuera.

jueves, julio 21, 2005

Viajera permanente

Uno de los propósitos más grandes que tengo en la vida es viajar. Sí, me declaro adicta a las travesías y al cansancio extremo por las caminadas en montañas, calles, arena, piedras y hasta nieve; a comer probar todo tipo de gatronomía aunque no se vea nada apetitosa (pues total, cuándo vuelve uno a comer cosas típicas de un lugar específico?); a gastarme el poco dinero que puedo ahorrar en regalitos para mis amigos y porquerías para mí; a utilizar una y otra vez la misma maleta vieja que ya expide un olor extraño entre shampoo, desodorante, periódicos, ropa sucia y vaya a saber Dios qué más; a dormir en una cama diferente cada día; a pelearme y encontentarme con mi familia una y otra vez por cualquier pequeñez; a terminarme mis tenis favoritos aunque sea en un verano... etcetcetcetcetc

Lo que no soporto es tener que lavar harta ropa cuando llego a mi casa, a encontrar a mi pez en agua charcosa y hedehonda, a tener 65 llamadas perdidad y ni siquiera saber quién demonios marcó, a leer tanto periódico amonotnado, encharcado y en proceso de descomposición, a saber que me he perdido cosas re buenas y el enterarme que mi tiempo suspendido termina para volver a la rutina. Ah, sí y que la tesis sigue estancada (ooooou)



Por cierto, me dio mucho gusto enterarme que compañeros y amigos ya están en EL PERIÓDICO, qué chido, ojalá pueda leer cosas de los colegas pronto.

miércoles, julio 06, 2005

La forma en que volvió a mi

¿Será un sórdido recuerdo o sólo una pesadilla?
Vino a mí después de levantarme y lavarme la cara un tanto sudorosa, causa del estupor veraniego frecuente en mis vacaciones.

Tenía cinco años, había viajado a Mexicali para celebrar el cumpleaños XV de una prima. El viaje había sido largo, y no a causa del transporte, porque en avión apenas se hace poco más de una hora, sino por la distancia. Nunca había estado tan lejos de casa.

En esta ocasión, como lo ameritaba el ver a la familia casi nunca visitada, llegamos una semana antes del gran jolgorio y nos quedaríamos una semana después para convivir con los tíos, primos, parientes lejanos y no tan lejanos. También fue la primera vez que salía del país, aprovechando la distancia, pasamos al "otro lado".

Fui feliz. A pesar de no tener a mis hermanos ni a mi mamá y bueno casi tampoco a mi papá porque sólo estuvo como una semana, tuve una agradable estancia. Jugué como desquiciada, me compraban juguetes sin siquiera pedirlos, me regalaron ropa, todas las noches eran de helado flotante; la comida con pizzas, hamburguesas; postre, postre y más postre; televisión ilimitada... en fin lo que un niño disfruta en demasía.

Pero todo habría valido la pena si no hubiera tenido que pagar por ello. ¿Fue un pago o más bien un abuso? ¡Abuso! digo. No puedo creer que por tanto años haya creído tener eso que una sabe cuando la pierde (bueno, en la mayoría de los casos).

En uno de los días en que quedé en manos de mis tías y abuela, porque mi padre había regresado a México, los juegos con mis primos varones se tornaron extraños. Un "juego" consistía en encerrarnos en un bote de ropa sucia y luego rodarlo por las escaleras, para ver quién aguantaba más. Después esto mutó a encerrarnos en el closet y después no sé cómo fue que tornó en estar a solas (como por tres ocasiones) con ese adolescente -siete años mayor que yo- en su cuarto, con mi ropa interior abajo de las rodillas temblorosas, los ojos cerrados y la imposibilidad de contar lo ocurrido a nadie.

Es impreciso decir que me desagradó, pero cierto era que lo truculento de aquello desbordaba razón y que ahora no creo haya sido ni mínimamente decoroso. Víctima de mi inocencia pero más del abuso de esa persona que afortunadamente tengo años sin ver.

Si con esto de recordar es vivir, prefiero adelantarme al averno.