con foie gras y sin oca

Entre que me hallo y no me hallan, pues aquí les va esto

lunes, febrero 21, 2005

Y todo por cinco minutos

Cuando mi madre me levanta en la mañana y dice:"son cinco cuarenta, ya párate para que no llegues tarde", yo pienso haciendo caso omiso de su dulce recomendacíón: "¡chiga!, pues si yo me levanto a las 6:45, puedo dormir cinco minutos más".
Mi pereza aflora, me quedo pasmada en mi camita por no cinco, sino ocho minuto más. "Bueno, hora de despertar". Me dirijo hacia el baño, donde sólo el agua puede hacer que me desmodorre y que tenga semiganas de ir a la escuela a tan temprana hora.
Ya bañadita, peinadita, arregladita, desayunada y con la tarea en mano salgo de mi casa.
"¿Me llevo el Universa?", pienso. "No, al fin que tengo que comprar el Milenio y puedo hacerlo antes de entrar al metro".
6:40, llego al metro Eugenia, cruzo Cuauhtémoc y pido mi periódico. En el puesto hay de todo menos Milenio. "Bueno, aún tengo 20 minutos y la profesora da tolerancia de 15 a 20 minutos". Cruzo la avenida , compro el periódico, me devuelvo al otro lado y entro al metro.
Sólo perdí dos minutos. El buen gusano naraja avanzó en forma fluida.
7:05 Ahora lo único que puede impedir que llegue tarde es el pumita. Pues ni eso, no sé cuanto tardó en llegar, pero no fue lo suficiente como para que mi rostro se tornara colérico.
7:12 Llego a la facultal, un tanto apresurada intento no llegar más tarde (cabe aclarar que mi salón está ubicado en un tercer piso justo al final del pasillo).
8:44 Me encuentro en las computadoras de la facultad matando el tiempo, ya que mi próxima clase es hasta las 11 de la mañana!!!!!!!!!! (ruidos guturales, puños apretados, respitación violenta y demás maldiciones que inentan salir de mi frente)
Y justo 10 metros antes de mí entró una compañera. Yo, con mi sinismo de siempre, entré "¿tarde?, ni me he percatado". Pero a la profesora no se le dio la gana dejarme entrar, la tolerancia no fue benévola para mi. Rogar es el último recurso "pero, pero, pero..." ¡nada!, misión fallida.
Esto me enseñará que cinco malditos, estúpidos, putrefactos minutos son justamente eso.
Moraleja: Los lunes de albañil no son para mi. Debo dejar un poco, al menos un poco, mi desidia y hacer caso a las indicaciones de mi madre, pus total, ¿¡qué son cinco minutos!?

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