con foie gras y sin oca

Entre que me hallo y no me hallan, pues aquí les va esto

domingo, marzo 19, 2006

Tercera noche de primavera

Cayó la tarde, los comerciantes ambulantes de las calles comenzaron a recoger sus puestos, pues el espectáculo estaba por comenzar, además de que el tumulto y los policías no permitirían que permanecieran ahí.
Miles de personas salieron de sus casas para darse cita en algún lugar del Centro Histórico de la Ciudad de México. El menú era amplio, puesto que había variedad de escenarios y espectáculos a elegir. Ancianos, niños, hombre y mujeres nacionales y extranjeros rondaron las calles, avenidas, museos, parques, plazas y callejones en busca de algún deleite artístico que les apeteciera.
Hubo quien se quedó parado en el concierto de la Plaza de la Constitución, los que eligieron sentarse para escuchar a la Orquesta de la Tercera Edad en el Palacio de Minería, quienes optaron por ir a bailar a la Alameda Central al ritmo del son cubano con la “Gantanamera” y el merengue o también quien deambuló por las céntricas calles en busca de artistas itinerantes.
En el Centro Cultural de España se percibían los alaridos de jóvenes que fueron a escuchar los dj’s. Dos calles después, sobre República de Chile y Cinco de mayo desfilaron personajes con brillantes atavíos en zancos, los cuales invitaban al público para que prestara atención a la rutina de payasos y magos.
Una vez concluido el acto burlesco, los motores de unos automóviles cubiertos con flores artificiales obligaron la gente a despejar la calle y así ellos poder abrir camino a una trajinera cuyos pasajeros eran ranas multicolores. Continuaron avanzando rumbo al Eje Central hasta que se perdieron a la vista del público.
Rumbo al Palacio de Bellas Artes, se hizo obligatorio visitar la atmósfera bohemia de la calle Gante. En el inicio de ésta, daban la bienvenida unas estatuas humanas, permanecían inmóviles a no se que alguien les arrojase una moneda. Sobre la parte media, restaurantes, bares y cafeterías permanecieron abiertos, aquí es donde los transeúntes cansados podían beber algo refrescante y reposar mientras se deleitaban con éxitos del bolero que resonaban desde el fondo.
“Con lo que guste cooperar para la música”, solicitaban gorra en mano los ayudantes del organillero que pululaban por todo Francisco I. Madero hasta la Alameda. Éste fue el único lugar donde vendedores ambulantes permanecieron para ofrecer refrescos, elotes y esquites, churros rellenos, hamburguesas, hot dogs y papas fritas a quines se acercaron a admirar los cuerpos danzantes frente al kiosco.
Sobre Tacuba también hubo mucho movimiento. En la explanada del Munal se instalaron las bandas de rock y blues, al cruzar la calle, dentro del Palacio de Minería la gente también bailó, pero al compás de piezas más calmadas como el danzón.
A la vuelta de la acera, una estudiantina y un conjunto de personajes medievales interpretaron melodías con gaitas y mandolinas. La gente circundó a los jóvenes artistas para admirar sus disfraces y los sonidos emanados de los viejos instrumentos.
La Plaza de la Constitución fue punto de reunión para los desvelados, que poco después de media noche, regresaban de ver otros espectáculos y confluyeron aquí para admirar a la Sonora Santaneca, quien abrió con”La boa”, le seguiría el portorriqueño Willie Colón, broche de oro de la noche.
Las calles se sintieron liberadas del tráfico apresurado y el ambulantaje, aunque no de los malos olores expedidos por las cloacas. Los peatones pudieron disfrutar la tranquilidad y la seguridad, gracias al gran movimiento policial desplegado por todo el Centro Histórico. Hasta el metro se portó complaciente al dejar que los usuarios accedieran hasta las dos de la mañana. Fue una noche bulliciosa y serena preámbulo para dar la bienvenida a la primavera y a los festivales en puerta.

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