Historias de animales. Parte 1: Cretina la destripadora
Cómo era de inteligente, lindo y aplicado mi hermanito Adriel que en su primer año de primaria su maestra le regaló un pollito azul.
A la edad de seis años, y sin haber tenido animalitos anteriormente, un pollito era una emoción indescriptible para el niño Carlitos Adriel, su hermana de cuatro años y el engendrito más pequeño con apenas dos.
"Pollito" -porque ese era su nombre- era la distracción y alegría de la casa, era el pretexto para llegar contentos a casa, para hacer la tarea, comer bien, so pretexto de que se nos permitiera jugar toda la tarde con el animalillo.
El pollito tenía su propia casita, con tapetes de periódico, su traste para comer del mismo color que su teñido plumaje, unas ventanas para que los niños lo pudieran ver desde afuera, una camita tipo nido hecha con trapos y telas viejas para que durmiera caliente, y recuerdo que hasta un letrero que según Adriel decía "Pollito".
Los juegos con Pollito eran varios, a veces lo hacíamos saltar palitos o un aro, lo correteábamos, lo subíamos en la parte trasera del triciclo "apache" para pasearlo, le lanzábamos una pelota para ver qué tan rápido la esquivaba... dábamosle bolitas de masa (que pedíamos exclusivamente en la tortillería para él), plantas, semillas, hojas y demás.
Un día, mi mamá me dejó sola en la casa, había ido con Adriel a su clase de piano. Era la oportunidad que tenía para jugar yo solita con el pollo. Entonces, saqué el triciclo y lo subí para darle un paseo por el pequeño patio de mi casa. Todo iba bien, incluso para aumentar la diversión aceleré un poco más y más y más, hasta que Pollito se bajó de un salto, pasó por en frente de mí y la llanta delantera del vehículo lo aplastó...
Las tripas se le salieron por la boca. Al ver esto, solté en llanto y aterrorizada por el pollicidio me fui a llorar a mi cama hasta que me quedé profundamente dormida.
Todo había parecido una pesadilla, hasta que escuché un grito acompañado de llanto reclamando la muerte de un pollo. Mi hermano no me habló, creo que hasta me llegó a dejar de querer por unos días. El pollo acabó enterrado por ahí en el jardín de la casa.
Contenta Bere???? Casi lloro de nuevo.
A la edad de seis años, y sin haber tenido animalitos anteriormente, un pollito era una emoción indescriptible para el niño Carlitos Adriel, su hermana de cuatro años y el engendrito más pequeño con apenas dos.
"Pollito" -porque ese era su nombre- era la distracción y alegría de la casa, era el pretexto para llegar contentos a casa, para hacer la tarea, comer bien, so pretexto de que se nos permitiera jugar toda la tarde con el animalillo.
El pollito tenía su propia casita, con tapetes de periódico, su traste para comer del mismo color que su teñido plumaje, unas ventanas para que los niños lo pudieran ver desde afuera, una camita tipo nido hecha con trapos y telas viejas para que durmiera caliente, y recuerdo que hasta un letrero que según Adriel decía "Pollito".
Los juegos con Pollito eran varios, a veces lo hacíamos saltar palitos o un aro, lo correteábamos, lo subíamos en la parte trasera del triciclo "apache" para pasearlo, le lanzábamos una pelota para ver qué tan rápido la esquivaba... dábamosle bolitas de masa (que pedíamos exclusivamente en la tortillería para él), plantas, semillas, hojas y demás.
Un día, mi mamá me dejó sola en la casa, había ido con Adriel a su clase de piano. Era la oportunidad que tenía para jugar yo solita con el pollo. Entonces, saqué el triciclo y lo subí para darle un paseo por el pequeño patio de mi casa. Todo iba bien, incluso para aumentar la diversión aceleré un poco más y más y más, hasta que Pollito se bajó de un salto, pasó por en frente de mí y la llanta delantera del vehículo lo aplastó...
Las tripas se le salieron por la boca. Al ver esto, solté en llanto y aterrorizada por el pollicidio me fui a llorar a mi cama hasta que me quedé profundamente dormida.
Todo había parecido una pesadilla, hasta que escuché un grito acompañado de llanto reclamando la muerte de un pollo. Mi hermano no me habló, creo que hasta me llegó a dejar de querer por unos días. El pollo acabó enterrado por ahí en el jardín de la casa.
Contenta Bere???? Casi lloro de nuevo.
6 Comments:
At lunes, agosto 08, 2005 11:18:00 p.m., Pami Yasbeck said…
¡Qué historia!Aunque es mejor escucharla de tu ronco pecho.
At martes, agosto 09, 2005 7:22:00 p.m., Dantés said…
Pobre pollito azul!!! Existirá un cielo de pollos, como el de los perros?? Me recordó Baraka... sniff, sniff
At martes, agosto 09, 2005 11:55:00 p.m., Gade Herrera said…
Pollito azul... yo tenía una tortuga, me fui de vacaciones y cuando regresé ya estaba muerta.
Somos parecidos...
chale
At miércoles, agosto 10, 2005 6:21:00 p.m., es mi nombre Berenice said…
Jajajajja, la historia del pollito me mata, jajajajajajajajajajajjajaajajajajajajjajajajajajajaja.
Bueno ya, luego la vuelves a contar en vivo.
Ahora cuenta la historia de cuando te desgraciaste el pie en la alberca.
Jajajaja.
Cris, tienes anécdotas muy buenas. Ya vamos a vernos y las vuelves a contar.
At jueves, agosto 11, 2005 10:19:00 p.m., Mafaldinha said…
Chale, pues de esa no me acuerdo :(
Seguro es risible y vergonzosa
At jueves, agosto 11, 2005 10:19:00 p.m., Mafaldinha said…
Ah, no, sí, seguro, ya me acordé. Esa sí que es bochornosa.
Publicar un comentario
<< Home